Solo tengo algunas monedas para usted señor cuentero.


Odio al Cuentero. Què serà...un culebrero... un guru de la oratoria...un retòrico informal y jocoso... un men muy chistoso... No, es el cuentero.
Iniciare esta pequeña reflexión expresando una pequeña confusión al respecto, pues las veces que he asistido a estos espacios tiendo a confundir cuentero con comediante, es decir, ¿es ‘cuenteria` o un `standard comedy` lo que se tropieza uno en las plazoletas?
Lo cierto es que esta expresión urbana que se vale de la oratoria, la anécdota y el cuento y que demanda una actitud, gestos y dicciones elocuentes por parte del señor o mujer cuentera ha encontrado una popularidad y su ejercicio cotidiano reclama afanadamente el status de arte. Aquí el sentido apela a la memoria colectiva no solo en el plano real y podría decirse que objetivo sino que premeditadamente acude a los imaginarios y subjetividades tanto contemporáneos como de antaño para recrear casi de manera retorica y muchas veces, jocosa, una intencionalidad en donde la significación e interpretación sólo corresponde a ese polisémico público. Aquí muchas veces ese mensaje o situación recreada confronta disimuladamente y/o descaradamente la conciencia y la experiencia de cualquiera de las personas del público y encuentra en la improvisación y en lo contingente el aderezo que proveerá el toque de espontaneidad y frescura a la intencionalidad de ese cuentero(a). Pero también he percibido en medio de este ejercicio de ficción poética y realidad agobiante, un elemento que no solo recrea o entretiene, es el tono de la crítica social que se entremezcla con esa ficción y con esa realidad; se constituye este espacio como una coyuntura informal para la denuncia pública de la realidad política, social y cultural de nuestra nación, citando no solo acontecimientos nacionales sino también llevando a colación esas pequeñas circunstancias de la cotidianidad que corresponden a los ámbitos locales y que les dotan de una particularidad cultural y es cuando decimos: ¡hay esta pintado el colombiano¡ o ¡tenía que ser costeño¡. La temáticas abordadas por el señor(a) cuentero(a) se exponen en un abanico amplio que puede tener como contexto una historia de vida hasta la historia de un pueblo pero son temáticas que combinadas con el carisma y malicia del cuentero(a) buscan la interacción, hasta corporal, con el público.
El Público -¿pero quién es el público?- , ese ser humano ocioso, ese parroquiano escéptico, esa masa popular que se aglutina amorfa e inesperadamente -¿acaso es una cofradía sin oficio ni beneficio?- en un espacio público a una hora pico. De repente un prospecto de ejecutivo, un grupo de estudiantes chistosos, una pareja muy enamorada, el caballero de las ventas ambulantes, el habitante de la calle, el padre de familia, el combo de amigas medio inocentes, el desempleado agobiado, el Hopper, confluyen sin restricción ni sesgo a este espacio de expresión informal urbano, interesante mezcla y que oportuna interacción social. Se ríe, se piensa, se recuerda, se imagina, se reconstruye, se revive, se construye, se vive, es una actividad que pasa por lo cognitivo hasta convertirse en una práctica social y cultural en donde el beneficio lo define cada cual y el cuentero(a) lo definirá no solo por los rublos recaudados en su simpática contabilidad sino por la expresión reflejada y dada del publico a ese cuentero(a). De aplausos no se vive –Colombia es pasión pero eso no te alimenta- pero constituye un alimento vital para el crecimiento y desarrollo del alma del cuentero(a) que se esfuerza en un arte para que ‘el de a pie` lo disfrute como quiera.
También denuncio esa cuenteria como la apropiación de un espacio público, la calle. (idea por desarrollar)


0 comentarios: